Estrategias psicológicas y nutricionales que
utilizaremos para la prevención de los TCA en deportistas, y en caso necesario
detección, diagnóstico y tratamiento de éstos. El atleta de fondo.
Prevención de
los TCA
Tanto en la
práctica deportiva como en los demás ámbitos de la vida, los TCA no deben
tomarse como un fin, en el que una vez llegados a este punto, la única manera
que hay de acabar con ellos es el tratamiento, sino que debemos tener en cuenta
que la prevención y la formación de ciertos aspectos nutricionales y
psicológicos nos va a ayudar a comprender más a las personas que los padecen o
pueden llegar a sufrirlos, y que se encuentran cerca de nosotros.
Como muy bien dice
el refrán, más vale prevenir que curar. Si buscamos la definición de prevención
en la Real Academia Española de la Lengua observamos que hay una gran variedad
de definiciones. Una de las que más se acopla a nuestras necesidades en dicho
trabajo es la siguiente:
“Preparación y
disposición que se hace anticipadamente para evitar un riesgo o ejecutar algo”
Por ello, nosotros
como entrenadores, familiares o como compañeros cercanos lo primero que haremos
es intervenir en una primera fase o prevención primaria, que denominaremos fase
formativa y preventiva en la cual, como dice el nombre, nos empaparemos de
conocimientos para que nuestros sujeto deportista no llegue a desarrollar algún
trastorno de la conducta alimentaria que, una vez llegado a éste, nos sea ya
muy difícil combatirlo. Si por alguna razón no hemos hecho bien el trabajo de
base, es decir, desde la primera fase y llegamos a este punto, tendríamos que
pasar ya a la segunda fase que denominaríamos fase de detección y diagnóstico,
en la cual nuestro objetivo ya no sería el de prevenir sino el de detectar
algún posible trastorno en nuestro deportista y rápidamente diagnosticarlo para
el posterior tratamiento.
Autores como
Borresen, Rosenvinge, Stewart, Ruiz Lázaro y Comet se han centrado en los
últimos años, principalmente en el trabajo con escolares en etapas de riesgo, en
la formación del docente y en los trabajos con padres para la prevención de los
TCA en el ámbito deportivo. Todos ellos inciden en la necesidad de trabajar no
sólo con el propio deportista sino también con los anteriores mencionados y
fundamentalmente con los entrenadores durante esta primera fase o prevención
primaria. Una primera fase encaminada a la no aparición de sintomatología y con
ello a la reducción de posibles problemas nutricionales y psicológicos. Según
estos autores, estaremos, por tanto, ante una forma eficaz de prevención de los
TCA.
Según uno de los
autores mencionados anteriormente, Ruiz Lázaro (2004) plantea en uno de sus
trabajos una serie de puntos en los que aconseja y recomienda cómo se debe
plantear esta primera fase de prevención tanto en el ámbito general de los TCA
como en el ámbito deportivo. Pasamos a mencionar algunos de ellos:
·
Las actividades orientadas a la
prevención, han de tener en cuenta las causas del problema; la propia práctica
deportiva, el tipo de deporte, el estilo del entrenador, las características de
los deportistas y las actitudes de los padres.
·
Se debe actuar de manera
profesional, con buena información y de manera no alarmante, sobre todo ante
una posible fase posterior.
·
Se debe de informar de forma
positiva al deportisa con la intención de no alarmar sobre posibles problemas o
enfermedades. Posteriormente, actuar de manera objetiva.
·
De importancia vital es ser
consciente del momento o etapa evolutiva en la que se encuentra el deportista
en el momento de la aplicación del programa de prevención.
·
Se debe tener en cuenta la
influencia de los medios de comunicación y fomentar el análisis crítico de la
información.
·
Tener muchísimo cuidado con los
referentes para el deportista y sobre
todo para los entrenadores y padres (mayor influencia)
·
El programa de prevención es un
largo proceso en el tiempo y debe mantenerse para valorarse a largo plazo.
·
Es muy importante trabajar con los
entrenadores desde la iniciación, por la alta vulnerabilidad de los jóvenes
a posibles problemas durante la infancia
y adolescencia.
·
El principal objetivo de la fase
de prevención es modificar las actitudes, los conocimientos y valores de los
jóvenes y de las personas que los rodean como entrenadores, amigos, familiares,
etc.
·
Se ha de incluir a padres y
adultos significativos en los programas de prevención para realizar una tarea
integral.
·
Se debe realizar un trabajo
multidisciplinar, en el que cada profesional aporte sus conocimientos para que
el programa sea integral y efectivo.
·
Es necesaria una formación
psicológica del entorno del deportista. Aspectos y técnicas de cohesión de
grupo y relaciones de equipo son fundamentales en las tareas preventivas.
·
Es esencial enseñar al entorno del
deportista y sobre todo a los entrenadores a detectar posibles casos de TCA. El
éxito del programa vendrá determinado por la reducción de casos diagnosticados.
Una vez claros
algunos aspectos sobre la primera fase o prevención primaria, debemos atender a
ciertas variables que pueden favorecer la aparición de preocupaciones respecto
al peso y alimentación en el deportista. Sabemos que estamos ante una sociedad
que prima en un alto porcentaje el culto al cuerpo y el estar delgado como
sinónimo de éxito en la vida general y deportiva. Junto a este grave problema
en el que nos encontramos, el entorno más cercano del deportista (familiares,
entrenador y amigos) añade a éste otro gran problema, que es el alto grado
de altas expectativas por parte de dicho
entorno. Por tanto, el tipo de deporte y los diferentes momentos de la
temporada serán aspectos de vital importancia para poder observar y actuar
sobre la presión a la que es sometido el deportista en lo relativo a su peso o
estética.
Cuando hablamos del
entorno del deportista nos referimos al contexto de éste. Ya hemos visto con
anterioridad que el entorno familiar, amigos o entrenador tienen un alto grado
de relación con los TCA. El deporte en sí no es negativo ni positivo en
relación a los TCA. Serán beneficiosas o perjudiciales las relaciones que tenga
éste con su entorno y su propio enfoque de la actividad que práctica. A modo de
representación adjuntamos la siguiente tabla que pertenece a un estudio que
realizó Dosil en el año 2000 a 420 deportistas. Representa la influencia para
realizar conductas tendentes a la pérdida de peso.
Fútbol
|
Natación
|
Judo
|
Aerobic
|
Atletismo
|
Basket
|
Gimnasia
|
Culturismo
|
Remo
|
|
Entrenador
|
3,2
|
15,4
|
21,7
|
4,5
|
15,4
|
12,9
|
20,8
|
6,3
|
|
Padres
|
1,6
|
7,7
|
10,1
|
9,1
|
2,2
|
8,6
|
|||
Hermanos
|
7,7
|
7,2
|
4,5
|
1,1
|
4,3
|
4,2
|
|||
Otros familiares
|
4,3
|
9,1
|
2,9
|
||||||
Libros/revistas
|
7,2
|
4,4
|
8,6
|
5,6
|
|||||
TV
|
4,3
|
2,2
|
1,4
|
||||||
Novio/a
|
2,9
|
9,1
|
10
|
||||||
Yo
|
17,5
|
38,5
|
26,1
|
68,2
|
27,5
|
30
|
45,9
|
22,2
|
6,3
|
Compañeros
|
1,6
|
15,9
|
6,6
|
8,6
|
8,3
|
6,3
|
|||
Otros
|
3,2
|
1,4
|
5,6
|
6,3
|
|||||
Nadie
|
73
|
53,8
|
50,7
|
27,3
|
58,2
|
51,4
|
41,7
|
66,7
|
87,5
|
Si observamos la
tabla nos podemos dar cuenta de que hay probablemente una influencia externa,
ya que el “yo” está mediatizado y los datos parecen no ser reales. Por tanto,
eliminado este dato observamos que, por orden de frecuencia, los agentes con
mayor influencia son entrenador; padres, hermanos y compañeros; el novio/a,
otros y libros y revistas y finalmente otros familiares y televisión. Si nos
fijamos en el Atletismo el agente más influyente es el entrenador. Es quien
juega el papel más importante.
El papel de la
familia en el desarrollo de los TCA en el deporte es de gran importancia
también. González Vázquez (2002) ofreció en uno de sus trabajos ciertas
características de las relaciones entre familia y deportista que podían
desembocar en el desarrollo de un TCA. A continuación pasamos a nombrar algunos
de ellos:
·
Poca comunicación entre sus
miembros.
·
Incapacidad para la resolución de
conflictos.
·
Sobreprotección paterna.
·
Rigidez y falta de flexibilidad
para encarar situaciones nuevas.
·
Ausencia de límites
generacionales.
·
Expectativas demasiadas altas de
los padres en relación a sus hijos.
·
Historia familiar de depresión y
alcoholismo.
·
Existencia de abusos sexuales y/o
físicos en el seno familiar.
Por otra parte y
como hemos dicho anteriormente, existe el papel del entrenador. Diríamos, que
incluso es de mayor influencia que el de la familia. De aquí la gran necesidad
de que éste esté bien formado en temas nutricionales. Puede llegar a ser una
fuente directa de presión por lo que deberá tener cuidado a la hora de
interactuar con el deportista. Podemos distinguir dos tipos de entrenadores;
aquellos que no les gusta dialogar ni debatir y que tratan al deportista como
un elemento pasivo y aquellos que se comunican de manera fluida con su
deportista. Estamos ante el entrenador autoritario y el entrenador democrático
respectivamente. El primero sitúa al deportista ante un grave riesgo, ya que
cualquier comentario o indicación que haga respecto al peso o la estética
pesará mucho sobre éste. En cambio, el entrenador democrático o dialogante
intentará siempre ponerse de acuerdo con su discípulo y cualquier comentario
sobre el peso o la morfología del deportista no pondrá en peligro el estado
psicológico de éste y, por tanto, estará previniendo la aparición de posibles
TCA.
Por último, el
papel del grupo de iguales tiene también su alto grado de influencia sobre el
deportista e independientemente del tipo de deporte, individual o colectivo, va
a presentar ciertas dificultades a la hora de la prevención de los TCA. Si hablamos
de los deportes individuales, como la mayoría de pruebas de atletismo entre
otros, el deportista tiene el riesgo de la auto-respuesta en el momento que
surjan dudas sobre aspectos de la alimentación o de peso, y si no tiene
suficiente formación al respecto puede llevarle a tomar decisiones erróneas.
Por otra parte, si hablamos de los deportes colectivos, el deportista se
comunicará con sus compañeros, pero siempre correrá el riesgo de recibir
respuestas erróneas por una falta de fundamento científico.
Las personas
significativas e influyentes en el deportista deben quitarle importancia al
tema del peso y sobre todo evitar siempre comentarios en grupo sobre la figura,
estética o morfología. La figura del entrenador debe adoptar una postura
democrática que facilite así la comunicación con su deportista. De esta manera
se evitarán muchísimos problemas que en poco tiempo pudieran convertirse en
algún trastorno de la conducta alimentaria.
Los entrenadores
deben sentirse como educadores y transmisores de hábitos alimentarios
saludables a sus deportistas. Deben estar formados para asesorar e informar
acerca de dietas equilibradas y así poder llevar un seguimiento del deportista;
y en caso de aumento de peso poder aplicar métodos adecuados para la reducción
de éste.
Los padres de los
deportistas y el ámbito familiar en general no debe insistir en la delgadez ni
en presionar al deportista para alcanzar el éxito, al contrario, debe favorecer
el deporte como medio para conseguir un estilo de vida saludable.
Por tanto, diremos
que estamos ante un entrenamiento en nutrición por parte de todo el entorno del
deportista. La formación de todos ellos en hábitos saludables en general y
alimentarios en particular, será necesario a la hora de planificar una
prevención adecuada durante la adolescencia tanto en el deporte como en la vida
en general.
Detección y
diagnóstico de los TCA.
Como ya hemos dicho
en puntos anteriores, es de vital importancia identificar a aquellas personas
con alto riesgo de desarrollar TCA, para así poder actuar lo antes posible, en
las primeras etapas, y hacer una primera fase de prevención o una prevención
primaria. El entorno más cercano del deportista es el encargado de detectar los
síntomas y posibles signos de alarma.
Si esta prevención
primaria falla por diversas razones: escasa conciencia por parte de los
profesionales antes estos problemas, falta de tiempo para aplicar un programa
integral de prevención de los TCA, falta
de formación de los entrenadores, padres, amigos, etc., estaremos ante un
problema grave y si no se agarra lo antes posible desembocará en TCA. Una vez,
el deportista sufra alguno de estos TCA ya no hay vuelta atrás, y por tanto, la
prevención pasará a un segundo plano. Estaremos antes una nueva labor, la de
detectar y diagnosticar el trastorno de conducta alimentaria que padezca el
deportista en ese momento.
Existen diversidad
de instrumentos para detectar y diagnosticar los TCA. En el caso de un atleta,
en la modalidad de resistencia de fondo, el trastorno de la conducta
alimentaria más frecuente va a ser la AN, según estudios llevados a cabo por
Rosen en 1986 y 1988; y Sundgot-Borgen en 1994 con mujeres deportistas. Por
tanto, nos vamos a centrar en uno de los instrumentos con mayor fiabilidad para
detectar posibles TCA y en concreto la AN, el EAT-40 o su versión reducida, el
EAT-26. Éste es un instrumento que la Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos
de la Conducta Alimentaria recomienda en su parte de Diagnóstico: “Se
recomienda el uso de cuestionarios adaptados y validados en población española
para la identificación de casos (cribado) de TCA. Se sugiere utilizar los
siguientes instrumentos: TCA en genearal: SCOFF (a partir de los 11 años), AN:
EAT-40, EAT-26 Y ChEAT (este último entre los 8-12 años), Bulimia nerviosa
(BN): BULIT, BULIT-R y BITE (los tres a partir de los 12-13 años).”
El EAT-40 consta de
40 ítems que evalúan las actitudes anoréxicas relacionadas con la alimentación.
Los factores que trata el cuestionario son los siguientes:
·
Dieta restrictiva.
·
Preocupación por el alimento.
·
Imagen corporal con tendencia a
estar delgado.
·
Vómitos y uso abusivo de laxantes.
·
Ingesta lenta de alimentos.
·
Ingestas clandestinas.
·
Presión social percibida para
aumentar el peso.
Junto a este tipo
de instrumentos se aplicarán entrevistas al entorno del deportista para recibir
la mayor cantidad de información eficaz para poder así ayudarlo en la detección
y diagnóstico de TCA.
Una vez detectado
algún trastorno de la conducta alimentaria será necesario diagnosticarlo para
su posterior tratamiento. Según la Guía de Práctica Clínica sobre TCA: “los
criterios clínicos para la AN están definidos en la Clasificación Estadística
Internacional de Enfermedades y otros problemas de salud, décima edición
(CIE-10) de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1992) y en el Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, cuarta edición (DSM-IV) y
texto-revisado (DSM-IV-TR) de la American Psychiatric Association (APA, 1994 y
APA, 2000, respectivamente). Se recomienda seguir los criterios diagnósticos de
la OMS (CIE-10) y de la APA (DSM-IV o DSM-IV-TR).
Por tanto,
utilizaremos para diagnosticar la posible AN de nuestro deportista uno de estos
criterios clínicos, el CIE-10 o el DSM-IV/DSM-IV-TR.
Según el CIE-10 las
pautas para diagnosticar la AN son (Guía de Práctica Clínica sobre TCA):
·
Pérdida significativa de peso.
·
Evitación de la acción de comer.
·
Vómitos autoinducidos.
·
Purgas autointestinales
autoprovocadas.
·
Ejercicio excesivo.
·
Consumo de fármacos anorexígenos y
diuréticos.
·
Distorsión de la imagen corporal.
·
Trastorno endocrino generalizado.
·
Amenorrea.
·
Pérdida de apetito sexual.
Según el DSM-IV-TR
las pautas para diagnosticar la AN son (Guía de Práctica Clínica sobre TCA):
·
Rechazo a mantener el peso
corporal igual o por encima del valor mínimo normal.
·
Miedo intenso a ganar peso o a
convertirse en obeso.
·
Alteración de la percepción del
peso o la silueta corporales.
·
Presencia de amenorrea. Ausencia
de al menos tres ciclos menstruales consecutivos.
·
Se diferencia entre tipo restrictivo
(el individuo no recurre regularmente a atracones o a purgas durante el
episodio de AN) y tipo compulsivo/purgativo (el individuo recurre regularmente
a atracones o a purgas durante el episodio de AN)
Como modo de resumen y de
conclusión, creemos conveniente nombrar una serie de puntos a tener en cuenta:
·
Toma de conciencia del
entorno del deportista en temas relacionados con la salud de éste.
·
Revisar los valores y
actitudes en relación a la estética, peso, dieta, imagen corporal y estereotipos
sexistas.
·
Formar al entorno del
deportista para que conozcan los síntomas precoces de las posibles
enfermedades, para su detección precoz.
·
El entorno del deportista
deberá restar importancia al binomio peso-rendimiento y hacer mayor hincapié en
otros aspectos, como la mejora en otras capacidades que influyen también en el
éxito del deportista.
·
Ayudar al deportista a que
asuman sus cambios morfológicos-puberales.
·
Eliminar cualquier tipo de
comentario despectivo sobre la estética de los deportistas.
·
Cuidar al máximo el modelo
a imitar por parte de los deportistas. Evitar comparaciones.
·
El entorno del deportista
debe estar atento al menor síntoma de alarma para intervenir de manera precoz.
Habrá que vigilar la posible pérdida de peso y la amenorrea en mujeres.
·
No se deberá eliminar la
práctica deportiva en caso de diagnóstico de anorexia o cualquier otro TCA, ya
que puede provocar un estrés emocional en el deportista.
·
Se debe promocionar un
ambiente saludable y una alimentación equilibrada dentro del entorno del
deportista.
·
Se debe establecer dentro
del entorno del deportista un objetivo alcanzable respecto al peso en función a
la tipología corporal y al porcentaje graso.
·
No utilizar métodos
inadecuados (no saludables) para la pérdida de peso. Y si se sabe que el
deportista está cometiendo este grave error se debe eliminar cuanto antes.
·
Es necesario proporcionar
apoyo emocional y psicológico para ayudar a manejar el estrés que supone la
pérdida o mantenimiento del peso.
·
Es de vital importancia establecer
equipos multidisciplinares para que el tratamiento de estas patologías sea lo
más eficaz posible.
·
En el caso de detectar
cualquier TCA se deberá aplicar correctamente los diferentes instrumentos de
detección y posterior diagnóstico. Por tanto, se deberán conocer y manejar
correctamente con profesionalidad.
Referencias
bibliográficas:
·
Alonso Alfonseca, Javier. (2006)
Trastornos de la Conducta Alimentaria y Deporte. Centro Andaluz de Medicina del
Deporte. Consejería de Turismo, Comercio y Deporte. Junta de Andalucia.
·
Cuadernos de Psicología del
Deporte, 2005, Vol 5, núms. 1 y 2.
·
González Vázquez, M. (2002). El
rol de la familia en los trastornos de la conducta alimentaria. Máster en
Asesoramiento y Orientación Familiar. Universidad de Santiago de Compostela.
·
Grupo de trabajo de la Guía de
Práctica Clínica sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria. Guía de Práctica
Clínica sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria. Madrid: Plan de Calidad
para el Sistema Nacional de Salud del Ministerio de Sanidad y Consumo. Agència
d'Avaluació de Tecnologia i Recerca Mèdiques de Catalunya; 2009. Guías de
Práctica Clínica en el SNS: AATRM Núm. 2006/05-01.
·
Real Academia Española de la
Lengua (2001). Diccionario de la Lengua Española (22ª edición) Madrid. España.
·
Ruiz-Lázaro, P.M. (2004).
Metodología en la prevención de los trastornos alimentarios. Interpsiquis,
disponible en www.psiquiatria.com.
Autor: Óscar Agut Maldonado.
Autor: Óscar Agut Maldonado.
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