sábado, 17 de noviembre de 2012

TRABAJO DE PSICOLOGÍA EN NUTRICIÓN. ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS Y NUTRICIONALES PARA LA PREVENCIÓN DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN DEPORTISTAS.


Estrategias psicológicas y nutricionales que utilizaremos para la prevención de los TCA en deportistas, y en caso necesario detección, diagnóstico y tratamiento de éstos. El atleta de fondo.


Prevención de los TCA

Tanto en la práctica deportiva como en los demás ámbitos de la vida, los TCA no deben tomarse como un fin, en el que una vez llegados a este punto, la única manera que hay de acabar con ellos es el tratamiento, sino que debemos tener en cuenta que la prevención y la formación de ciertos aspectos nutricionales y psicológicos nos va a ayudar a comprender más a las personas que los padecen o pueden llegar a sufrirlos, y que se encuentran cerca de nosotros.

Como muy bien dice el refrán, más vale prevenir que curar. Si buscamos la definición de prevención en la Real Academia Española de la Lengua observamos que hay una gran variedad de definiciones. Una de las que más se acopla a nuestras necesidades en dicho trabajo es la siguiente:

“Preparación y disposición que se hace anticipadamente para evitar un riesgo o ejecutar algo”

Por ello, nosotros como entrenadores, familiares o como compañeros cercanos lo primero que haremos es intervenir en una primera fase o prevención primaria, que denominaremos fase formativa y preventiva en la cual, como dice el nombre, nos empaparemos de conocimientos para que nuestros sujeto deportista no llegue a desarrollar algún trastorno de la conducta alimentaria que, una vez llegado a éste, nos sea ya muy difícil combatirlo. Si por alguna razón no hemos hecho bien el trabajo de base, es decir, desde la primera fase y llegamos a este punto, tendríamos que pasar ya a la segunda fase que denominaríamos fase de detección y diagnóstico, en la cual nuestro objetivo ya no sería el de prevenir sino el de detectar algún posible trastorno en nuestro deportista y rápidamente diagnosticarlo para el posterior tratamiento.

Autores como Borresen, Rosenvinge, Stewart, Ruiz Lázaro y Comet se han centrado en los últimos años, principalmente en el trabajo con escolares en etapas de riesgo, en la formación del docente y en los trabajos con padres para la prevención de los TCA en el ámbito deportivo. Todos ellos inciden en la necesidad de trabajar no sólo con el propio deportista sino también con los anteriores mencionados y fundamentalmente con los entrenadores durante esta primera fase o prevención primaria. Una primera fase encaminada a la no aparición de sintomatología y con ello a la reducción de posibles problemas nutricionales y psicológicos. Según estos autores, estaremos, por tanto, ante una forma eficaz de prevención de los TCA.

Según uno de los autores mencionados anteriormente, Ruiz Lázaro (2004) plantea en uno de sus trabajos una serie de puntos en los que aconseja y recomienda cómo se debe plantear esta primera fase de prevención tanto en el ámbito general de los TCA como en el ámbito deportivo. Pasamos a mencionar algunos de ellos:

·      Las actividades orientadas a la prevención, han de tener en cuenta las causas del problema; la propia práctica deportiva, el tipo de deporte, el estilo del entrenador, las características de los deportistas y las actitudes de los padres.
·      Se debe actuar de manera profesional, con buena información y de manera no alarmante, sobre todo ante una posible fase posterior.
·      Se debe de informar de forma positiva al deportisa con la intención de no alarmar sobre posibles problemas o enfermedades. Posteriormente, actuar de manera objetiva.
·      De importancia vital es ser consciente del momento o etapa evolutiva en la que se encuentra el deportista en el momento de la aplicación del programa de prevención.
·      Se debe tener en cuenta la influencia de los medios de comunicación y fomentar el análisis crítico de la información.
·      Tener muchísimo cuidado con los referentes  para el deportista y sobre todo para los entrenadores y padres (mayor influencia)
·      El programa de prevención es un largo proceso en el tiempo y debe mantenerse para valorarse a largo plazo.
·      Es muy importante trabajar con los entrenadores desde la iniciación, por la alta vulnerabilidad de los jóvenes a  posibles problemas durante la infancia y adolescencia.
·      El principal objetivo de la fase de prevención es modificar las actitudes, los conocimientos y valores de los jóvenes y de las personas que los rodean como entrenadores, amigos, familiares, etc.
·      Se ha de incluir a padres y adultos significativos en los programas de prevención para realizar una tarea integral.
·      Se debe realizar un trabajo multidisciplinar, en el que cada profesional aporte sus conocimientos para que el programa sea integral y efectivo.
·      Es necesaria una formación psicológica del entorno del deportista. Aspectos y técnicas de cohesión de grupo y relaciones de equipo son fundamentales en las tareas preventivas.
·      Es esencial enseñar al entorno del deportista y sobre todo a los entrenadores a detectar posibles casos de TCA. El éxito del programa vendrá determinado por la reducción de casos diagnosticados.

Una vez claros algunos aspectos sobre la primera fase o prevención primaria, debemos atender a ciertas variables que pueden favorecer la aparición de preocupaciones respecto al peso y alimentación en el deportista. Sabemos que estamos ante una sociedad que prima en un alto porcentaje el culto al cuerpo y el estar delgado como sinónimo de éxito en la vida general y deportiva. Junto a este grave problema en el que nos encontramos, el entorno más cercano del deportista (familiares, entrenador y amigos) añade a éste otro gran problema, que es el alto grado de  altas expectativas por parte de dicho entorno. Por tanto, el tipo de deporte y los diferentes momentos de la temporada serán aspectos de vital importancia para poder observar y actuar sobre la presión a la que es sometido el deportista en lo relativo a su peso o estética.  

Cuando hablamos del entorno del deportista nos referimos al contexto de éste. Ya hemos visto con anterioridad que el entorno familiar, amigos o entrenador tienen un alto grado de relación con los TCA. El deporte en sí no es negativo ni positivo en relación a los TCA. Serán beneficiosas o perjudiciales las relaciones que tenga éste con su entorno y su propio enfoque de la actividad que práctica. A modo de representación adjuntamos la siguiente tabla que pertenece a un estudio que realizó Dosil en el año 2000 a 420 deportistas. Representa la influencia para realizar conductas tendentes a la pérdida de peso.



Fútbol
Natación
Judo
Aerobic
Atletismo
Basket
Gimnasia
Culturismo
Remo
Entrenador
3,2
15,4
21,7
4,5
15,4
12,9
20,8

6,3
Padres
1,6
7,7
10,1
9,1
2,2
8,6



Hermanos

7,7
7,2
4,5
1,1
4,3
4,2


Otros familiares


4,3
9,1

2,9



Libros/revistas


7,2

4,4
8,6

5,6

TV


4,3

2,2
1,4



Novio/a


2,9
9,1

10



Yo
17,5
38,5
26,1
68,2
27,5
30
45,9
22,2
6,3
Compañeros
1,6

15,9

6,6
8,6
8,3

6,3
Otros
3,2

1,4




5,6
6,3
Nadie
73
53,8
50,7
27,3
58,2
51,4
41,7
66,7
87,5

Si observamos la tabla nos podemos dar cuenta de que hay probablemente una influencia externa, ya que el “yo” está mediatizado y los datos parecen no ser reales. Por tanto, eliminado este dato observamos que, por orden de frecuencia, los agentes con mayor influencia son entrenador; padres, hermanos y compañeros; el novio/a, otros y libros y revistas y finalmente otros familiares y televisión. Si nos fijamos en el Atletismo el agente más influyente es el entrenador. Es quien juega el papel más importante.

El papel de la familia en el desarrollo de los TCA en el deporte es de gran importancia también. González Vázquez (2002) ofreció en uno de sus trabajos ciertas características de las relaciones entre familia y deportista que podían desembocar en el desarrollo de un TCA. A continuación pasamos a nombrar algunos de ellos:

·      Poca comunicación entre sus miembros.
·      Incapacidad para la resolución de conflictos.
·      Sobreprotección paterna.
·      Rigidez y falta de flexibilidad para encarar situaciones nuevas.
·      Ausencia de límites generacionales.
·      Expectativas demasiadas altas de los padres en relación a sus hijos.
·      Historia familiar de depresión y alcoholismo.
·      Existencia de abusos sexuales y/o físicos en el seno familiar.

Por otra parte y como hemos dicho anteriormente, existe el papel del entrenador. Diríamos, que incluso es de mayor influencia que el de la familia. De aquí la gran necesidad de que éste esté bien formado en temas nutricionales. Puede llegar a ser una fuente directa de presión por lo que deberá tener cuidado a la hora de interactuar con el deportista. Podemos distinguir dos tipos de entrenadores; aquellos que no les gusta dialogar ni debatir y que tratan al deportista como un elemento pasivo y aquellos que se comunican de manera fluida con su deportista. Estamos ante el entrenador autoritario y el entrenador democrático respectivamente. El primero sitúa al deportista ante un grave riesgo, ya que cualquier comentario o indicación que haga respecto al peso o la estética pesará mucho sobre éste. En cambio, el entrenador democrático o dialogante intentará siempre ponerse de acuerdo con su discípulo y cualquier comentario sobre el peso o la morfología del deportista no pondrá en peligro el estado psicológico de éste y, por tanto, estará previniendo la aparición de posibles TCA.

Por último, el papel del grupo de iguales tiene también su alto grado de influencia sobre el deportista e independientemente del tipo de deporte, individual o colectivo, va a presentar ciertas dificultades a la hora de la prevención de los TCA. Si hablamos de los deportes individuales, como la mayoría de pruebas de atletismo entre otros, el deportista tiene el riesgo de la auto-respuesta en el momento que surjan dudas sobre aspectos de la alimentación o de peso, y si no tiene suficiente formación al respecto puede llevarle a tomar decisiones erróneas. Por otra parte, si hablamos de los deportes colectivos, el deportista se comunicará con sus compañeros, pero siempre correrá el riesgo de recibir respuestas erróneas por una falta de fundamento científico.

Las personas significativas e influyentes en el deportista deben quitarle importancia al tema del peso y sobre todo evitar siempre comentarios en grupo sobre la figura, estética o morfología. La figura del entrenador debe adoptar una postura democrática que facilite así la comunicación con su deportista. De esta manera se evitarán muchísimos problemas que en poco tiempo pudieran convertirse en algún trastorno de la conducta alimentaria.
Los entrenadores deben sentirse como educadores y transmisores de hábitos alimentarios saludables a sus deportistas. Deben estar formados para asesorar e informar acerca de dietas equilibradas y así poder llevar un seguimiento del deportista; y en caso de aumento de peso poder aplicar métodos adecuados para la reducción de éste.
Los padres de los deportistas y el ámbito familiar en general no debe insistir en la delgadez ni en presionar al deportista para alcanzar el éxito, al contrario, debe favorecer el deporte como medio para conseguir un estilo de vida saludable.

Por tanto, diremos que estamos ante un entrenamiento en nutrición por parte de todo el entorno del deportista. La formación de todos ellos en hábitos saludables en general y alimentarios en particular, será necesario a la hora de planificar una prevención adecuada durante la adolescencia tanto en el deporte como en la vida en general.


Detección y diagnóstico de los TCA.

Como ya hemos dicho en puntos anteriores, es de vital importancia identificar a aquellas personas con alto riesgo de desarrollar TCA, para así poder actuar lo antes posible, en las primeras etapas, y hacer una primera fase de prevención o una prevención primaria. El entorno más cercano del deportista es el encargado de detectar los síntomas y posibles signos de alarma.

Si esta prevención primaria falla por diversas razones: escasa conciencia por parte de los profesionales antes estos problemas, falta de tiempo para aplicar un programa integral de prevención de los TCA,  falta de formación de los entrenadores, padres, amigos, etc., estaremos ante un problema grave y si no se agarra lo antes posible desembocará en TCA. Una vez, el deportista sufra alguno de estos TCA ya no hay vuelta atrás, y por tanto, la prevención pasará a un segundo plano. Estaremos antes una nueva labor, la de detectar y diagnosticar el trastorno de conducta alimentaria que padezca el deportista en ese momento.

Existen diversidad de instrumentos para detectar y diagnosticar los TCA. En el caso de un atleta, en la modalidad de resistencia de fondo, el trastorno de la conducta alimentaria más frecuente va a ser la AN, según estudios llevados a cabo por Rosen en 1986 y 1988; y Sundgot-Borgen en 1994 con mujeres deportistas. Por tanto, nos vamos a centrar en uno de los instrumentos con mayor fiabilidad para detectar posibles TCA y en concreto la AN, el EAT-40 o su versión reducida, el EAT-26. Éste es un instrumento que la Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria recomienda en su parte de Diagnóstico: “Se recomienda el uso de cuestionarios adaptados y validados en población española para la identificación de casos (cribado) de TCA. Se sugiere utilizar los siguientes instrumentos: TCA en genearal: SCOFF (a partir de los 11 años), AN: EAT-40, EAT-26 Y ChEAT (este último entre los 8-12 años), Bulimia nerviosa (BN): BULIT, BULIT-R y BITE (los tres a partir de los 12-13 años).”

El EAT-40 consta de 40 ítems que evalúan las actitudes anoréxicas relacionadas con la alimentación. Los factores que trata el cuestionario son los siguientes:

·      Dieta restrictiva.
·      Preocupación por el alimento.
·      Imagen corporal con tendencia a estar delgado.
·      Vómitos y uso abusivo de laxantes.
·      Ingesta lenta de alimentos.
·      Ingestas clandestinas.
·      Presión social percibida para aumentar el peso.
Junto a este tipo de instrumentos se aplicarán entrevistas al entorno del deportista para recibir la mayor cantidad de información eficaz para poder así ayudarlo en la detección y diagnóstico de TCA.

Una vez detectado algún trastorno de la conducta alimentaria será necesario diagnosticarlo para su posterior tratamiento. Según la Guía de Práctica Clínica sobre TCA: “los criterios clínicos para la AN están definidos en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros problemas de salud, décima edición (CIE-10) de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1992) y en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, cuarta edición (DSM-IV) y texto-revisado (DSM-IV-TR) de la American Psychiatric Association (APA, 1994 y APA, 2000, respectivamente). Se recomienda seguir los criterios diagnósticos de la OMS (CIE-10) y de la APA (DSM-IV o DSM-IV-TR).

Por tanto, utilizaremos para diagnosticar la posible AN de nuestro deportista uno de estos criterios clínicos, el CIE-10 o el DSM-IV/DSM-IV-TR.

Según el CIE-10 las pautas para diagnosticar la AN son (Guía de Práctica Clínica sobre TCA):

·      Pérdida significativa de peso.
·      Evitación de la acción de comer.
·      Vómitos autoinducidos.
·      Purgas autointestinales autoprovocadas.
·      Ejercicio excesivo.
·      Consumo de fármacos anorexígenos y diuréticos.
·      Distorsión de la imagen corporal.
·      Trastorno endocrino generalizado.
·      Amenorrea.
·      Pérdida de apetito sexual.

Según el DSM-IV-TR las pautas para diagnosticar la AN son (Guía de Práctica Clínica sobre TCA):

·      Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal.
·      Miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso.
·      Alteración de la percepción del peso o la silueta corporales.
·      Presencia de amenorrea. Ausencia de al menos tres ciclos menstruales consecutivos.
·      Se diferencia entre tipo restrictivo (el individuo no recurre regularmente a atracones o a purgas durante el episodio de AN) y tipo compulsivo/purgativo (el individuo recurre regularmente a atracones o a purgas durante el episodio de AN)


 Como modo de resumen y de conclusión, creemos conveniente nombrar una serie de puntos a tener en cuenta:

·      Toma de conciencia del entorno del deportista en temas relacionados con la salud de éste.

·      Revisar los valores y actitudes en relación a la estética, peso, dieta, imagen corporal y estereotipos sexistas.

·      Formar al entorno del deportista para que conozcan los síntomas precoces de las posibles enfermedades, para su detección precoz.

·      El entorno del deportista deberá restar importancia al binomio peso-rendimiento y hacer mayor hincapié en otros aspectos, como la mejora en otras capacidades que influyen también en el éxito del deportista.

·      Ayudar al deportista a que asuman sus cambios morfológicos-puberales.

·      Eliminar cualquier tipo de comentario despectivo sobre la estética de los deportistas.

·      Cuidar al máximo el modelo a imitar por parte de los deportistas. Evitar comparaciones.

·      El entorno del deportista debe estar atento al menor síntoma de alarma para intervenir de manera precoz. Habrá que vigilar la posible pérdida de peso y la amenorrea en mujeres.

·      No se deberá eliminar la práctica deportiva en caso de diagnóstico de anorexia o cualquier otro TCA, ya que puede provocar un estrés emocional en el deportista.

·      Se debe promocionar un ambiente saludable y una alimentación equilibrada dentro del entorno del deportista.

·      Se debe establecer dentro del entorno del deportista un objetivo alcanzable respecto al peso en función a la tipología corporal y al porcentaje graso.

·      No utilizar métodos inadecuados (no saludables) para la pérdida de peso. Y si se sabe que el deportista está cometiendo este grave error se debe eliminar cuanto antes.

·      Es necesario proporcionar apoyo emocional y psicológico para ayudar a manejar el estrés que supone la pérdida o mantenimiento del peso.

·      Es de vital importancia establecer equipos multidisciplinares para que el tratamiento de estas patologías sea lo más eficaz posible.

·      En el caso de detectar cualquier TCA se deberá aplicar correctamente los diferentes instrumentos de detección y posterior diagnóstico. Por tanto, se deberán conocer y manejar correctamente con profesionalidad.


Referencias bibliográficas:

·      Alonso Alfonseca, Javier. (2006) Trastornos de la Conducta Alimentaria y Deporte. Centro Andaluz de Medicina del Deporte. Consejería de Turismo, Comercio y Deporte. Junta de Andalucia.

·      Cuadernos de Psicología del Deporte, 2005, Vol 5, núms. 1 y 2.

·      González Vázquez, M. (2002). El rol de la familia en los trastornos de la conducta alimentaria. Máster en Asesoramiento y Orientación Familiar. Universidad de Santiago de Compostela.

·      Grupo de trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria. Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria. Madrid: Plan de Calidad para el Sistema Nacional de Salud del Ministerio de Sanidad y Consumo. Agència d'Avaluació de Tecnologia i Recerca Mèdiques de Catalunya; 2009. Guías de Práctica Clínica en el SNS: AATRM Núm. 2006/05-01.

·      Real Academia Española de la Lengua (2001). Diccionario de la Lengua Española (22ª edición) Madrid. España.

·      Ruiz-Lázaro, P.M. (2004). Metodología en la prevención de los trastornos alimentarios. Interpsiquis, disponible en www.psiquiatria.com.


Autor: Óscar Agut Maldonado.

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